Comparte y se divide con "horarios estrictos" entre su trabajo y el tiempo en familia con su pequeño hijo Merlín. Dialogó con El País antes del estreno en Argentina del film "Infancia clandestina", donde comparte elenco con César Troncoso y Ernesto Alterio.
BUENOS AIRES | VICTORIA MOLNAR
Su nueva película se estrenará el próximo jueves en Buenos Aires y ese hecho obligó a que Natalia Oreiro, su hijo Merlín Atahualpa -que ya tiene casi 8 meses- y su marido, el líder del grupo Divididos, Ricardo Mollo, regresaran a Buenos Aires. La familia está residiendo circunstancialmente en Colombia donde hasta octubre ella grabará la segunda temporada de la serie Lynch, producida por MovieCity y donde ella compartiera elenco con el cubano Jorge Perugorría.
Opera prima del director Benjamín ÁviIa y producida por el reconocido Luis Puenzo, Infancia clandestina narra de forma ficcional y con tintes autobiográficos la historia de un primer amor y el final de una infancia clandestina. Muestra desde los ojos de un niño -interpretado con frescura por Teo Gutiérrez Moreno- la cotidiana familiar de la organización de izquierda peronista Montoneros, en el contexto de la dictadura militar y más precisamente en la llamada Contraofensiva por la que varios exiliados volvieron a la Argentina entre los años 1979 y 1980.
Con un elenco que se completa con el uruguayo César Troncoso, Ernesto Alterio -hijo del talentoso Héctor- y la prestigiosa Cristina Banegas, se trata de una película conmovedora y alegre a la vez, cuya fuerza dramática y lo universal del relato le valieron unos memorables cinco minutos de aplausos ininterrumpidos durante su preestreno en la última edición del Festival de Cannes, celebrada en mayo pasado.
- ¿Con qué se va a encontrar el público en "Infancia clandestina"?
- La búsqueda del director era que a pesar de lo duro del tema te quedaras con alegría. La historia de la película es parte de su vida y si bien no es biográfica tiene mucho de su infancia. Creo que buscó poder exorcizar todo eso que le había pasado y quedarse con algo bueno más allá de todo el horror que se atravesó en la época de la dictadura y por el cual tiene a su madre desaparecida e incluso el menor de sus hermanos es un nieto recuperado. Por eso me halagó que me seleccionara para hacer de la madre del protagonista y eso me significó un desafío porque no tenía la experiencia de haber sido mamá y también porque es un personaje contradictorio: por una lado muy maternal, muy dulce y cándida pero por otro una mujer muy fuerte. Tenía que correrme del papel de heroína y dar esa imagen me implicó tener que engordar unos kilos.
- ¿Es difícil trabajar con el tema dictadura?
- La película tiene la gran ventaja de que tiene una mirada diferente del resto de las que se hicieron con respecto a la dictadura: está hecha desde el punto de vista de un niño y, aunque es puro sentimiento, no tiene golpes bajos y sí mucho humor. Además hay muchos niños en ella y eso le da como un manto de candidez y de dulzura que hace llevadera toda esa realidad tan fuerte que estaban viviendo. En lo personal conozco todo lo que fue la dictadura tanto en Uruguay como en Argentina a través de mi familia. De hecho fui reclamada erróneamente como hija de desaparecidos cuando era adolescente y eso me puso de lleno a edad temprana e hizo que me comprometiera, comencé a trabajar con Abuelas de Plaza de Mayo en Teatro por la Identidad, y buscara conocer más sobre una época que nos atravesó a todos y por la que aún hoy en día hay tantos nietos desaparecidos. Lo más difícil no fue abordar una película con la temática de la dictadura, sino despojarme de todo ese conocimiento que tenía para sumergirme en el mundo de esta familia. Eso exigió mucha preparación a los actores y conocer la historia de su cotidiano, porque hay que tener en cuenta que ese regreso y ese arrojo hubieran sido inviables y muy difíciles de llevar a cabo si no hubieran existido la alegría y el compañerismo.
- Te tocó tratar estrechamente con el protagonista, Teo Gutiérrez Moreno. ¿Cómo te resulta trabajar con chicos actores?
- Últimamente me ha tocado participar de varias películas en donde había niños, aunque Teo ya está más grande que cuando rodamos… Esa participación es una elección de ellos, es grandioso. En lo personal considero que los niños no tienen que trabajar y que un chico tiene que estar jugando y estudiando, por eso este tipo de experiencias en cine son buenas porque les brinda la posibilidad de probar la actuación sin involucrarlos en rutinas de grabación diarias y eternas. Trabajar con un niño es difícil porque ellos trabajan con tanta alegría y naturalidad que es muy complicado actuar bien al lado de ellos. El niño es pura verdad y un actor tiene sus tics, sus estructuras, sus búsquedas y sus clases de teatro… Entonces te le ponés al lado y decís ¿cómo hago para ser creíble? Es difícil ser verdadero cuando hay un alma que es tan pura y puro sentimiento.
- En una escena se interroga sobre el derecho que tienen los padres a exponer a sus hijos a una elección de vida propia. ¿Cómo se da eso en tu caso?
- Yo creo que son los hijos los que eligen a los padres. Y creo que algo importante para hacer feliz a tu hijo es que vos también seas feliz. Darle libertad y también tener esa libertad. Obviamente al ser mamá las prioridades te cambian, a mí me gusta muchísimo mi profesión y sería frustrante no seguir con ella, entonces a partir de la llegada de Merlín soy muy estricta con mis horarios y con mis elecciones laborales, cosa que antes era más permisiva. Ahora elijo mejor y mi prioridad es él. Creo que los hijos son felices mientras estén con sus padres y también que lo que importa es estar juntos y lo que uno comparte. Por eso Merlín está acostumbrado a viajar: viajó desde muy pequeño y subirse a un avión ya le es natural. Viajamos los tres a todos lados. Merlín no tiene niñera y cuando yo trabajo está con el papá y cuando trabaja el papá está conmigo y nos vemos todo el tiempo. Además toma la teta y lo va a seguir haciendo mucho tiempo más.
- Ese compañerismo es previo a la llegada de Merlín. En un momento de la película cantás "Sueño de juventud" de Santos Discépolo con una leve guitarra de fondo con arreglos de tu marido…
- Cuando el director me propuso cantarla le dije que estaba loco. Pero me explicó que eso era algo que sucedía en aquella época, hacer peñas tras una comida y lo que más me costó fue correrme del rol más escénico de la cantante y darle ese toque de intimidad. Luego me di cuenta que esa escena ocurre a diario y es natural en nuestra familia. La música fluye sola en casa.
- ¿Le cantan mucho a Merlín?
- Le cantamos todo el tiempo y fue un niño muy estimulado desde lo musical desde que estaba en la panza. Creo que la música atraviesa todos los sentimientos, los estados de ánimo, las edades, los idiomas. Sin música no se podría vivir y además obviamente en casa está lleno de guitarras y de pianos.
- Elegiste tu vocación de muy joven y por otro lado decías que los niños no tienen que trabajar. ¿Te molestaría que Merlín optara por lo actoral o musical?
- No, para nada, que sea lo que él quiera. Aunque entre esas dos opciones me gustaría más que fuera músico que actor porque creo que la vida del músico es más relajada, de menos exposición y tiene menos ego. Pero si él quiere ser actor o futbolista allá él. Por otro lado, es cierto que yo elegí muy chica, pero tuve mucha suerte y la época en que comencé a trabajar no es la época actual, también era Uruguay y no la Argentina, aunque ahora no sé si hay diferencia. Para mí está bueno que se comience a trabajar a partir de los 16 y mientras que la actuación sea algo puntual y si descubren que quieren actuar que estudien y se preparen.
Complicidad entre orientales
A Oreiro "Infancia clandestina" la unió actoralmente a César Troncoso, para quien fue su primer trabajo en Argentina. Sobre cómo fue esa dinámica oriental, Oreiro señaló entre risas: "¡Algún día el mundo será uruguayo! Hubo mucho ta` y mucho bo`, mucho mate también…". "Fue una experiencia re buena. Además al mismo tiempo filmé Mi primera boda con Daniel Hendler, así que en ambas hacía pareja con uruguayos. Yo a César lo admiro mucho desde su papel en El baño del Papa, soy fanática de esa película y cuando me dijeron que iba a hacer pareja con él me puso feliz", recordó. Y agrega: "De repente César tuvo mucho más trabajo, porque vive en Uruguay y yo vivo acá hace muchísimos años. Tuvo que adquirir más los modismos argentinos y también su personaje habla mucho de la bandera argentina y de la escarapela y mi personaje no, por lo que él tuvo más trabajo de acostumbramiento que yo en ese sentido".
El País Digita
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